El secuestro de Sophie

martes, 3 de mayo de 2011

La bebé comenzó a llorar en cuanto sus padres cayeron dormidos. Thaly se levantó perezosamente, cubriéndose con una sábana fue a buscar un biberón. Sophie era intolerante a la lactosa y Thaly se sentía mal por no poder darle pecho, cada vez que preparaba la botella, la culpa la carcomía; sentía que ella era la responsable de aquello; aunque Nicolás la había regañado mil veces por inculparse sin motivo, ella no podía evitarlo. Intentaba poner todo su esfuerzo para ser una buena madre y dar a Sophie todo lo que a ella le había faltado.

Nicolás miró el reloj y se levantó rápidamente. Tenía la reunión mensual de padres en menos de una hora.

—Ya casi no hay leche —avisó Thaly agitando el biberón mientras él se vestía.

—Iremos de compras cuando vuelva.

—Volverás muy tarde y tampoco quedan pañales —dejó a la bebé tomando de su mamadera y se aproximó a él extendiéndole la mano.

Nicolás cerró los ojos resignado y le entregó las llaves del auto.

—El auto está en la verdeada. Ve muy lento —le advirtió tomando su mano.

—Estaré con Sophie, por supuesto que iré lento.

Nicolás les dio un último beso a ambas y salió con fastidio. Detestaba ir a las reuniones y más dejar que Thaly fuese de compras sola. Ella se tomó su tiempo para alistarse y levantó a Sophie antes de salir.

Acomodó a la bebé con cuidado en su asiento del auto. La calle parecía más silenciosa y vacía que nunca, lo que le provocó un ligero escalofrío. Algo nerviosa cerró la puerta para dirigirse a la del conductor. Ni bien acercó la llave a la cerradura sintió que alguien la agarraba de improvisto desde atrás.

—Tranquila —le dijo la voz de un hombre en su oído mientras sentía una filosa punta en su espalda.

Un auto blanco se detuvo cerca y dos hombres bajaron de él. Thaly comenzó a aterrase.

—Está bien, tengan —dijo apenas, extendiendo las llaves del auto–. Sólo déjenme e sacar a mi bebé —habló lo más calmada que podía. No quería que se acercaran a Sophie.

—No queremos el auto —dijo el hombre a sus espaldas agarrándola fuerte mientras el más fornido de todos abría la puerta y levantaba a la bebé.

El corazón de Thaly se detuvo e intentó gritar, pero le taparon la boca con fuerza, clavando levemente la navaja en su espalda. No le importaba el dolor que sentía, la desesperación invadía sus sentidos; intentó con todas sus fuerzas soltarse cuando vio que metían a su hija al otro auto y empezaba a llorar al sentirse en brazos desconocidos.

***

Thaly no paraba de llorar y culparse dos horas después de lo ocurrido. La desesperación que Nicolás sentía empeoraba con ver a su esposa en ese estado, cada vez se ponía más exasperado.

—En verdad lo siento —volvió a decir Thaly entre sollozos.

— ¡Ya deja de culparte! —Le gritó Nicolás irritado–. Lamentándote sólo empeoras las cosas — se levantó molesto pateando el sillón mientras el detective de la policía terminaba de tomar los datos con el doctor Cohen, quien era el único sereno ante la situación.

— ¿No recuerdas nada más? —preguntó el policía a Thaly. Ella ya había contado todos los detalles que recordaba. Negó con la cabeza intentando buscar en la memoria alguna pista, o cualquier cosa que pudiera ayudar—. ¿No reconociste a ninguno? Tal vez los viste antes, lo más seguro es que los hayan estado vigilando desde hace tiempo esperando que tú salieras sola.

—Bueno, no lo pensé antes, pero… el que me agarró por detrás, algo en él se me hizo familiar. Creo haber escuchado su voz antes, no recuerdo dónde.

—Intenta hacer memoria. Puede que se la hayan llevado y pidan un rescate luego, o simplemente sea alguien que quiera hacerles daño.

—Por supuesto que es eso —interrumpió Nicolás—. No sé por qué estamos perdiendo el tiempo cuando sabemos bien quien lo hizo.

—No estamos seguros de que haya sido él —Thaly puso el rostro entre sus manos intentando pensar y tranquilizarse.

— ¡Por supuesto que fue él! ¡Tu padre está loco y lo único que quiere es hacernos la vida miserable!

—Es posible, pero no creo que se arriesgue con algo así —le dijo su padre, manteniéndose calmado e intentando que ellos lo hicieran también.

—Él está lejos y no tiene interés en Sophie —habló Thaly en voz baja mientras Sara se aproximaba a abrazarla.

— ¿Por qué piensas eso?

Thaly levantó el rostro con culpabilidad, mirando a todos los que se encontraban en la sala, comenzó morderse el labio y Nicolás se dio cuenta de que sabía algo.

—Él… me llamó hace unas semanas —confesó ante las miradas incrédulas de todos. Nicolás se puso furioso y la zarandeó por los hombros.

— ¡Cómo no lo dijiste antes! Seguro quería sacarte información. Cómo pudiste ser tan torpe.

—Basta —lo detuvo Sara–. Con ustedes dos peleando no arreglan nada–. Thaly ¿qué es lo que tu padre quería?

—Me preguntó si el bebé ya había nacido y si era varón… yo no quería nada con él, le dije que fue mujer y él me respondió que ni siquiera servía para eso, también parecía molesto porque me cambié el apellido. Su llamada me pareció extraña, pero no le di importancia, no quería pensar en él. Por eso no te dije nada, sabía que ibas a enojarte —miró con súplica a su esposo, pensando que probablemente tenía razón, le había dado datos y quién sabe dónde se llevaría a Sophie.

—Entonces tenemos un sospechoso del que nadie sabe su paradero. Eso no es de mucha ayuda —explicó el policía—. Tendremos que esperar a que llamen.

Nicolás se sentó junto a Thaly y la estrechó entre sus brazos, pidiéndole perdón. Los nervios lo controlaban y no quería que ella se sintiera mal. El celular de Thaly sonó y todos la observaron atentos. Contestó y por un momento su expresión cambio.

—Sí, espera —alejó el aparato de sus manos y se dirigió a Nicolás —.Es Daniel, quería saber si sabíamos algo.

—Corta rápido, pueden llamar.

Thaly asintió algo nerviosa y se alejó un poco para hablar. Había reconocido la voz en cuanto contestó y siguió las instrucciones de no llamar la atención.

—Te veo dentro quince minutos en la plaza que está cerca al edificio. Quiero hablar contigo a solas, no le digas nada a nadie y tu hija estará bien —le dijeron antes de cortar.

Thaly respondía con monosílabos, para que los demás no se diesen cuenta. Estaba indecisa sobre decir qué pasaba. Lo más seguro era que tuvieran a Sophie lejos y si no hacía lo que le pedían, podrían lastimarla. Decidió no arriesgarse y permaneció en silencio siendo consolada por su hermano, mientras el resto esperaba impaciente. Miró su reloj, ya había pasado el tiempo estipulado.

—Ya no aguanto más, voy a tomar aire —se levantó de golpe, Nicolás intentó detenerla–. Iré a la puerta, quiero estar sola.

Nicolás la miró con sospecha y la observó por la ventana. Thaly se dio cuenta y disimuladamente llamó a la casa. En cuanto Nicolás se alejó de la ventana para contestar, ella apagó su teléfono y corrió calle arriba. Estaba segura de que no la habían visto. Llegó con la respiración agitada y recorrió la plaza con la mirada. El sol ya comenzaba a ocultarse, sentía algo de miedo, pero saber sobre Sophie era más importante.

— ¡Dónde está! —le reclamó a su madre en cuanto se aproximó.

—Ella está bien.

— ¿Por qué lo hiciste? ¡Qué es lo que quieres! —estaba enojada y perturbada, no podía creer que después de todo el daño que la había ocasionado a ella y Alejandro le hiciera algo como eso.

— ¿Por qué? Para que sientas lo mismo que yo sentí cuando me arrebataron a mi hijo —dijo con indignación.

—No puedo creerlo, eres peor que mi padre. ¿No te bastó con abandonarme? ¿O hacer sufrir a mi hermano? Eres una cínica, tratabas a Alejandro peor que basura y ahora dices que te sientes mal por él.

—Yo nunca lo traté mal y tú estabas mejor con tu padre que conmigo. Somos pobres, tenemos que hacer lo que sea por sobrevivir.

—Con el dinero que Vanessa te dio a través de los años podrían haber vivido muy bien, sólo que gastas todo en los vicios de tu marido.

—Soy tu madre después de todo, no me hables así. Hago lo que puedo, ¿cómo crees que me sentí cuando se llevaron a mi hijo de mi lado y luego enterarme de que habías sido tú?

—Mi madre murió el año pasado, tú no eres nada mío, ni de Alejandro. ¿No puedes dejarnos tranquilos? Ahora puedes ocuparte de ti, o hacer lo que se te venga en gana, no me interesa. Sólo dime qué quieres, si es dinero te lo daré, pero devuélveme a mi bebé.

—No es dinero lo que quiero Natalia, quiero a mi hijo de vuelta. Tráelo y te devuelvo a tu hija, es un intercambio justo.

— ¡No son objetos para ser intercambiables! —Gritó irritada, ya no aguantaba más esa conversación que no llegaba a ningún lado–. No te devolveré a Alejandro, y aunque lo hiciera, la policía te buscará por secuestro, no puedes irte con él como si nada, estarás prófuga como mi padre. Sólo piénsalo —bajó su tono de voz y la miró suplicante–. Por favor devuélvemela y te juro que no diré nada. No diré que tú te la llevaste. Ya casi es de noche y ella es muy pequeña, debe tener hambre y no pude tomar cualquier leche. Por favor —volvió a suplicarle bajando el rostro y sintiendo cálidas gotas caer por su rostro.

Su madre la observó con algo de arrepentimiento. Su hija era incluso más joven que ella cuando la había tenido, sin embargo, su comportamiento era distinto. Ella había visto a Thaly como una carga que le vino en el momento más inoportuno, siendo muy joven para criarla; Thaly parecía estar dispuesta a dar la vida por su hija.

Ya estaba por decirle algo cuando la llamaron.

La muchacha se aterró la ver el otro de espanto que su madre había puesto de repente.

—No, ya no le des leche —le dijo a quien hablaba por teléfono–, abrígala bien, yo iré en un rato —añadió algo nerviosa.

— ¿Qué le pasó? —la interrogó agarrándola de los brazos con fuerza.

—Ella… parece que está enferma —explicó preocupada—. No sabíamos lo de la leche, parece que la que le dimos le hizo mal.

—Llévame con ella, por favor —le rogó, si era necesario podría hasta haberse puesto de rodillas. El no tener a su hija ya era un martirio, el saber que se encontraba enferma era una tortura que la lastimaba más que cualquier dolor físico.

Su madre la miró afligida. Quería a su hijo de vuelta, mas no pretendía dañar a su nieta.

—Voy a llevarte con ella, pero no sé qué es lo que Cristian haga contigo.

—Eso no me importa, sólo quiero verla.

La mujer asintió y la dirigió hacia la calle frente a la plaza. Un auto la esperaba ahí. Thaly reconoció a uno de los hombres que se había llevado a su hija. Lo miró con reproche y subió. La llevaron a un lugar no muy lejano, Thaly contempló disimuladamente por la ventana, memorizando cada vuelta y cada señal que le ayudase a recordar luego la dirección. Llegaron a una barrio pobre y pararon frente a una humilde y pequeña casita, la cual seguramente había estado deshabitada hasta hacía poco. Thaly entró empujada por el hombre. Cristian estaba ahí, no lo veía desde que era muy pequeña y todo lo que sabía del él era por Alejandro; se dio cuenta de que él era quien la había agarrado mientras secuestraban a su bebé, por eso la voz se le había hecho familiar. Otros dos hombres lo acompañaban, uno grande y fornido que fue quien sacó a Sophie del auto y otro que no tenía buena cara.

El llanto de la bebé retumbaba en toda la casa. Thaly corrió instintivamente hacia un cuarto en el fondo. Sobre una vieja y sucia cama se encontraba su bebé, llorando totalmente desatendida. Aquella habitación era muy fría y la humedad se percibía en el denso ambiente. Se sacó la chaqueta y envolvió a su bebé antes de levantarla. Estaba un poco más tranquila al tenerla entre sus brazos nuevamente y preocupada al mismo tiempo. No paraba de llorar a todo pulmón y sin duda estaba mal.

— ¡Por qué la trajiste! ¡Cómo puedes ser tan estúpida! Estás complicando las cosas —gritó Cristian a su esposa, pateando una silla a un lado mientras sus acompañantes ponían un rostro de furia.

— La niña está enferma —susurró amedrentada.

— ¿Y que ella venga de qué sirve? Sólo debías traer a Alejandro; era suficiente con que el bebé sobreviva la noche antes de que se la entregue a Dony, ¿qué se supone que haré con esa chica? — se aproximó muy cerca a ella, casi a punto de golpearla. Thaly escuchaba todo desde la otra habitación, arropando a Sophie, era lo único que podía hacer.

— No creo que esto sea una buena idea. Dejemos que se la lleve, me prometió que no diría nada.

—No seas tonta, por supuesto que hablará, y no podemos dejar que se la lleve. Ya vendí a la niña, debo entregarla mañana —soltó un gruñido y sacó su teléfono.

— ¿Qué vamos a hacer ahora?

—Hablaré con Dony, me había ofrecido dinero por Natalia antes, cuando debiste traerla. Capaz lo convenza de llevársela ahora.

—No puedes hacer eso —reaccionó la mujer con espanto–. Eso ya es trata de blancas, nos meterán en más problemas.

—Tú ya nos metiste en problemas, no puedes hacer nada bien. Ve y calla a ese bebé mientras yo intento arreglar esto —le ordenó saliendo de la casa para hablar.

Thaly abrazó a su bebé con fuerza, intentando tranquilizarla. Observó bien la habitación, buscando algún lugar por donde escapar o esconderse de la mirada intimidante del hombre que la vigilaba. No le habían quitado su teléfono, necesitaba llamar. No tenía mucho tiempo. Alejandro ya le había contada acerca de ese Dony del que Cristian hablaba. Era muy peligroso y si ella o Sophie caían en sus manos no volverían a ver a su familia nunca.

Su madre entro a la habitación y se sentó en la cama en completo silencio. Los minutos pasaban y Cristian no volvía, tampoco dejaban de vigilarla.

—Parece que al fin se durmió —dijo la madre de Thaly mirando al pequeño bulto que tenía entre sus manos.

—Se cansó de llorar y le está subiendo la temperatura. Necesita un medico —habló impasible, meciendo su cuerpo lentamente.

—Esperemos a que Cristian vuelva, intentaré convencerlo… —dijo casi en un susurro, evitando mirarla a los ojos —. Es muy bonita por cierto, ¿se llama Sophie verdad?

—Sí —bufó Thaly ante el comentario de su madre, de pronto parecía que conversaban en una reunión de té —.Así se llamaba la madre de Nicolás, él la quería mucho y fue una muy buena madre —explicó echándoselo en cara.

— ¿Por qué me tienes tanto resentimiento?, hice lo que fue mejor para ti.

— ¿Lo mejor? —la miró indignada—. ¿Tienes idea de cuánto sufrí? Aunque creo que contigo tampoco hubiera estado mejor…

—No es así. Yo sólo tenía diecinueve años cuando te tuve, no tenía dinero para mantenerte y eras demasiado traviesa, no podía ni trabajar contigo.

—Yo tengo diecisiete, mi padre me echó a la calle cuando se enteró de mi embarazo, y no por eso abandoné a mi hija como si fuera un estorbo o un objeto inservible.

—Al menos el padre de tu hija se casó contigo, yo no tuve tanta suerte.

—Suerte —espetó con una sonrisa irónica—. Te metiste con un hombre casado ¿qué esperabas? —le reprochó y ella bajó la mirada.

—Las cosas no fueron como crees…

—No me importa cómo fueron— la interrumpió–. Mi vida comenzó hace seis meses, lo que haya pasado antes me tiene sin cuidado —sentenció con desprecio. Era la primera vez en años que hablaba con su madre y por fin podía decirle las cosas que pensaba y liberar el dolor que había acumulado con el tiempo. Aunque más que reprocharle, en ese momento le interesaba su hija. Aquel lugar era demasiado frío y eso empeoraba a Sophie.

— ¿Si te dejo ir, me juras que no dirás nada? —le susurró cuando el hombre que las vigilaba comenzaba a adormilarse.

—Diré que me llamaron y dejaron a Sophie en un banco de la plaza. Sólo quiero que esté bien, lo que pase contigo no importa.

— Hay una puerta trasera en la cocina, diré que vamos por agua, lo distraeré y escapas.

Thaly asintió, se levantaron y Cristian entró en ese momento.

—Ya arreglé todo, vamos —les avisó a sus compañeros y se dirigió a jalar a Thaly del brazo.

Ya estaban cerca de la puerta cuando escucharon sirenas afuera. Thaly sintió un inmenso alivio mientras los otros tragaban saliva, nerviosos, escuchando como la policía les ordenaba que salieran.

— ¿Llamaste a la policía? —le preguntó a Thaly.

—No —respondió atónita, no sabía cómo habían dado con su localización y poco le importaba.

El más grande de todos atisbó por la ventana, viendo el lugar completamente rodeado. Thaly aprovechó la confusión de sus captores y corrió a la cocina, mientras su madre detenía a uno de los hombres que había intentado atajarla. Salió al exterior e inmediatamente un grupo de policías le apuntaron. Uno de ellos dio la orden de bajar las armas y corrió a recibirla. La dirigió a una ambulancia mientras el resto seguía apuntando a la casa, esperando a que salieran.

Nicolás apareció para abrazarla y observar a Sophie mientras era atendida.

— ¿Estás bien?— le preguntó acariciándole el rostro.

—Sí, pero Sophie está mal —respondió viendo como el paramédico la revisaba.

—No te preocupes estará bien —la tranquilizó cubriendo a la bebé con una manta.

Ambos respiraron aliviados e inmediatamente Nicolás comenzó a regañarla.

— ¿Cómo pudiste ir sola? Podrían haberte hecho daño a ti también.

—Pero no pasó y ahora tenemos a Sophie de vuelta.

El escándalo de sirenas parecía haber cesado y observaron cómo metían a la mujer y los cuatro hombres a patrullas de policía. Thaly no pudo evitar sentir algo de lástima por su madre cuando ella le dirigió una suplicante mirada.

— ¿Quién es? —preguntó Nicolás percatándose de que Thaly la conocía.

—Mi madre —murmuró antes de voltear nuevamente hacia su hija, dándole a entender que no quería dar explicaciones.

Todo parecía una pesadilla que llegaba a su final mientras permanecían en el hospital. Sophie pasaría ahí la noche en compañía de sus padres y luego podrían volver a su vida normal.

— ¿Cómo me encontraste? —preguntó Thaly una vez que la salud de su hija ya no era su mayor preocupación.

Nicolás se rascó la nuca con culpabilidad mientras Sara reprimía una risita.

—Por tu celular —explicó algo nervioso—. Tiene un GPS.

— ¿Me pusiste un rastreador como a un perro? —preguntó exaltada.

—Es que eres tendiente a perderte —levantó los hombros—. Sólo era por precaución y menos mal que lo hice.

—Por esta vez tienes razón —masculló cruzando los brazos—. Deberíamos ponerle uno a Sophie.

—Sí, ya consideré hacerlo. Aunque nunca más dejare que algo así vuelva a ocurrir. Estaré contigo y con ella todo el tiempo.

Thaly puso una mueca de exasperación, sabía que él era capaz de cumplirlo y no dejarla ni respirar en paz.

Después del horrible episodio anterior volvieron a su fingida vida en el colegio. Donde mantenían su relación maestro-alumna a pesar de haber vivido innumerables acontecimientos como pareja.


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Esta es una escena que retiré del epílogo de El amor rela no es prohibido. Quienes leyeron la primera versión seguro la recuerdan, era muy dramática hace unos años XD en la nueva versión retiré esta parte, pero me pareció interesante recordarla.

En capítulo 7 de Mi vida: Un show, saldrá el jueves, esta vez sin retraso.

También quiero agradecier a Anthony Tesla por la entrevista que me realizó hace un tiempo, pero no tuve oportunidad de mencionarla, pueden leerla en su blog: http://anthonycorner.blogspot.com/2011/03/pivoteando-con-hitto.html

Gracias TONY!

1 comentarios:

elendoy Says:
4 de mayo de 2011, 19:41

Sí, yo recuerdo esto de la versión anterior...

Me encanta recordar las caras de Thaly que había imaginado antes ;)

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